7 de abril de 2016

Pro Historia

Podría pasarme horas hablando de la importancia que tiene la docencia de Historia en escuelas e institutos. Historia de España, del Mundo Contemporáneo, del Arte, del Pensamiento Político, Historia en todas sus formas enseñada en todos los centros educativos de cada país, sin importar la modalidad en la que esté el alumno. La Historia es una parte inherente al ser humano, sin la cuál quizás las personas podrían ser, pero en ningún caso podrían realmente ser humanas.

    Lo repito y lo repetiré el número de veces que haga falta. Podría pasarme horas y horas hablando de cuán importante es la Historia, de la influencia que ha tenido sobre nuestros antepasados y sobre el sitio en el que vivimos, siendo su legado transmitido cuidadosamente hasta nosotros, aquí y ahora, gracias a personas que no callaron ante las atrocidades cometidas por el hombre y también las más bellas hazañas, gracias a personas que, pese a ser duramente calladas y reprimidas, tuvieron la valentía y el coraje para redactar lo irredactable, relatar lo inenarrable, difundir lo increíble o lo que no se quería creer, jugándose su propia vida para que muchos sucesos no cayeran en el olvido.

    Podría pasarme horas hablando también de cómo todo lo que ha ocurrido hace más o menos tiempo hace que vivamos de una manera u otra, que actuemos de una forma específica, que sintamos lo que sentimos y que veamos la vida de la manera de la que la vemos. Podría pasarme horas hablando de cómo en este preciso instante se están produciendo tantas realidades simultáneas como estrellas vemos en el cielo, y cómo todas ellas repercutirán más tarde o más temprano en nosotros y en los futuros habitantes de este planeta de quién sabe qué manera. Así, nosotros, seamos quienes seamos y estemos cómo y dónde estemos, formamos parte de la Historia, en la que participamos tanto si actuamos como si nos quedamos parados, tanto si hablamos como si callamos, tanto si observamos a nuestro alrededor como si no vemos (o no queremos ver).

    Podría, en efecto, pasarme horas hablando sobre por qué creo que deberíamos tomar conciencia sobre la importancia de la Historia, que no es de nadie sino nuestra, pero en vez de eso os voy a hacer una petición.

    Ya a finales de 2 de bachillerato, a caballo entre la Semana Santa y la Feria, cuando estemos memorizando cada característica concreta de los diferentes períodos de la Historia para vomitarlos en el examen final (y algunos de nosotros también en Selectividad), pensad por favor en que cada guerra, cada conquista de un derecho, cada muerte de un inocente, cada derrota, cada victoria, cada ley derogada, han sido reales, han tenido lugar en la vida real. Aunque los métodos de estudio propuestos por algún insensible primen la mnemotecnia por encima del aprendizaje, por favor, entended. Entended que la Historia no sólo  es una asignatura más que nos debemos quitar de en medio en mayo, sino una fuerza motriz sin la cuál la Humanidad sería una bestia con los ojos vendados que va dándose golpes sin ton ni son, desorientada, sin saber a dónde ir y cómo actuar.

     La Humanidad con H mayúscula necesita de la Historia, también con H mayúscula. Si no sabemos de dónde venimos nunca entenderemos por qué estamos donde estamos y jamás sabremos en qué dirección debemos avanzar todos juntos como comunidad.

    No permitamos que vuelvan a cometerse las atrocidades que llevan teniendo lugar tanto tiempo en este mundo. Informaos, leed, no os calléis, no permitáis que la Historia la dicten siempre los mismos, los que priman el dinero y pisotean la Humanidad. Vamos a crear un legado que nuestros descendientes se sientan orgullosos de leer en sus libros de texto, y vamos a hacerlo juntos, sin olvidar jamás los sacrificios ejercidos por nuestros antecesores y los bellos principios que nos animan hoy a seguir con la búsqueda de un mundo mejor.

    Seamos parte de la Historia que querríamos estudiar.

    Marina León Jiménez, colaboradora del grupo Aequitas25

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